Reto ELDE 4. «Z»

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«Escribe una historia en la que salves la situación con un mayúsculo deus ex machina«.

La puerta del ascensor se abre con exasperante lentitud. He llegado al piso 13 como me han dicho esos soldados, he colocado las cargas en los pilares que me han ordenado y ahora, se supone, tengo que esperar al helicóptero. Pero quedan tres minutos y ni siquiera puedo oírlo.

Robertson, de mantenimiento, sigue allí de algún modo. No me ha visto, arrastra el palo mondo y lirondo de su fregona por el suelo de la azotea y de vez en cuando se acerca al cubo volcado y se queda allí unos instantes, como tratando de recordar qué tiene que hacer. Luego sigue arrastrando el palo, cada vez más corto, como hasta entonces. Sigue leyendo

Llevo 20 años escribiendo pero no lo sabía.

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El otro día descubrí que llevo casi veinte años escribiendo, desde los once aproximadamente. Bueno, en realidad ya sabía que empecé a montar mis pequeñas historias en torno a esa edad, pero no me dí cuenta de que en realidad es lo que he estado haciendo todo este tiempo hasta hace un par de días.

Mi primo subió a Facebook  una foto conmigo de bebé en sus brazos y el comentario «Mi primo Nicolás unos añinos antes de hacerse escritor», lo cual me llevó a pensar que entre esa foto y el momento de empezar a escribir, había transcurrido, de hecho, mucho menos tiempo que entre que empecé a escribir y el día de hoy. Y es cierto. Sigue leyendo

Esta noche, en Sala sepulcro… Reto III El Libro del Escritor.

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–Hola, buenas noches queridos radioyentes. Hoy, como siempre a esta hora en Sala Sepulcro, tenemos a un invitado especial, bueno, en este caso invitada. Puede que su nombre no les suene de nada y como además a nuestra invitada no le hace mucha gracia que lo desvelemos no lo diré, je je. Pero estoy seguro de que sí que conocen a su alter-ego. Con todos ustedes: ¡Chica estaca!. Sigue leyendo

Reto ELDE. Primer relato: El vestido rojo.

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La verdad es que esperaba mucho menos de aquella nochevieja pero realmente fue algo impresionante. Me esperaba una noche solo, en un bar de pachangueo, ciego como un topo y borracho como un piojo, esperando ese momento tan agridulce que es el desayunar churros con chocolate.

Días después me di cuenta de que obviamente no llegue a los churros de Angelita, y a decir verdad, no los eché de menos. Sigue leyendo