Escribí este relato sin apenas pensar en lo que hacía. Creo que acababa de leer alguno de los libros de la guardia de Mundodisco y eso se nota en el tono con el que está escrito. Aparecen además unos cuantos personajes conocidos para quien haya leído La vara de serbal.
El cabo Cobb escondió el cigarrillo que acababa de liar en el hueco de la mano y apoyó la sandalia contra la pared de la cantina. Saludó a dos sargentos y poco después, observando distraído a las nuevas reclutas vio algo que no estaba bien. El cabo, aún con su aspecto mugriento y sus andares patosos había sobrevivido a más batallas que el mismo capitán Brei y era capaz de ver cuando algo no andaba bien. Aún no sabía lo que era, pero si seguía vivo y con casi todos sus miembros en su sitio era gracias a ese instinto. Ese individuo no era militar y sin embargo portaba galones de comandante. Lo rodeaba un grupo de presuntos sargentos. Cobb los siguió a ver donde iban. Tomaron la calle que conducía al edificio del cuartel general y trató de seguirlos pero el centinela lo detuvo. Sigue leyendo